La visita que se propone comienza en el municipio de Valsequillo, que surgió como aldea de Fuente Obejuna en la segunda mitad del siglo XVI. Su historia más reciente es paralela a la de las poblaciones vecinas de La Granjuela y Los Blázquez: en 1817 se independiza de Fuente Obejuna para constituir, con otras villas, el municipio de Cinco Aldeas, cuyo ayuntamiento se establece en Valsequillo. Poco después, en 1842, alcanza la independencia municipal.
Nuestro destino será Sierra Trapera. Para ello partimos de la plaza del pueblo en dirección a Hinojosa y, a un kilómetro, encontramos un desvío a la izquierda. Cruzamos la antigua vía férrea Córdoba-Almorchón para continuar por una pista ( Camino del Puerto de la Cinta), la cual discurre entre cultivos de cereales hasta llegar a la falda de la sierra. En la lejanía divisaremos grupos de grullas que picotean tranquilamente las bellotas que caen al suelo y, a nuestro paso, bandos de avefrías levantan el vuelo emitiendo su agudo reclamo.
Cerrando el paisaje, se alzan sobre nosotros los relieves cuarcíticos de las Sierras de La Cinta y Trapera, que conservan una vegetación propia del monte bajo mediterráneo, predominando el acebuche como árbol más característico que sobresale entre espesos jarales. Éstos dejan de ser arbustos convirtiéndose en árboles de copa redondeada y densa, acompañados por encinas y, en menor proporción, por alcornoques.
Uno de los elementos singulares del paisaje son los majanos, amontonamientos de piedras que se encuentran en los piedemontes de las sierras, constituidos por terrenos muy pedregosos denominados rañas.
Bordeando la sierra por la ladera de umbría, llegaremos al punto más alto de ésta. Mientras subimos, encontramos varias especies representativas de la vegetación de monte bajo: arbustos y plantas aromáticas ( como la lavanda o cantueso y el romero ) que nos un hermoso colorido cuando florecen a la llegada de la primavera. Las pinchudas coscojas y aulagas dificultan el acceso a la sierra, la igual que el denso matorral de distintas especies de jaras, entre las que resalta, por su aroma y flor, la jara pringosa. Completando la flora característica de la sierra se encuentran la retama, el torvisco, la olivilla o labiérnago, la cornicabra y el madroño, arbusto que se considera un buen indicador de los suelos que no han perdido la fertilidad. Su fruto, junto con los del majuelo, acebuche, lentisco y cornicabra, constituyen la alimentación básica de aves frugívoras que frecuentan estos parajes: mirlo, verdecillo y verderón común, entre otros.
Todo el itinerario es escenario natural de una interesante comunidad de aves. Así, a las abundantes grullas y milanos, hay que sumarles ratoneros comunes, aguiluchos pálidos, bandos de avefrías, rabilargos, palomas torcaces, cigüeñas blancas, cogujadas y perdices. En esta zona, el alimoche común, visitante por excelencia de nuestra comarca, anida en las rocas altas que sobresalen en tierra firme.
Respecto a los mamíferos que merodean por estos parajes, cabe destacar a la astuta jineta y al meloncillo que son difíciles de observar debido a su actividad nocturna y que se alimentan fundamentalmente de roedores, conejos y reptiles abundantes por la zona. En los caminos y cortafuegos, se podrán observar revolcaderos y, cerca de ellos, algún tronco de árbol con restos de barro o con la corteza desgastada, señal inequívoca del paso de los jabalíes, una de las piezas más apreciadas en la caza mayor.
Habrá merecido la pena llegar a lo alto de la sierra para poder disfrutar de hermosos paisajes, como la extensa llanura de cultivo enmarcada por la alineación montañosa que forman las Sierras del Rayo, del Cambrón y del Castillo, pertenecientes al término municipal de Los Blázquez y cuya altitud media es de 750 m. Hacia el norte, obtenemos una visión bastante representativa de la comarca del Zújar, río perteneciente a la cuenca del Guadiana, caracterizado por su sinuoso trazado y fluir apacible de sus aguas.
Cuando descansemos y recuperemos fuerzas volveremos al pueblo por el mismo camino.